• Joshua Basseches
  • Part One | Introduction
  • Part Two | Early Life
  • Part Three | Leaving Cuba
  • Part Four | A New Phase
  • Part Five | Alchemy of the Soul
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    La Alquimia de María Magdalena Campos-Pons

    Joshua Basseches

    María Magdalena Campos-Pons es una alquimista. No en el sentido literal de la palabra—ella no está en busca de la piedra filosofal; no convierte el metal común en oro ni engendra elíxires de vida—sino en el sentido más profundamente metafórico. Durante los últimos treinta años, Campos-Pons ha practicado una forma de alquimia artística. Ella ha transformado las dolorosas historias del tráfico transatlántico de esclavos, de exilio y discriminación racial y de género en arte, captando y trasmutando injusticias en objetos de belleza y lirismo. Recurriendo a la memoria personal, cultural y de archivo, así como a episodios de una vida idílica, expone sus experiencias en Cuba y como exiliada cubana, a través de un rango de medios—pintura, fotografía, video, sonido, instalaciones y cristal soplado—así como a través de materiales orgánicos encontrados, que ha recopilado.

    Su más reciente instalación, Alquimia del Alma, Elixir para los Espíritus—una colaboración con su esposo, el compositor Neil Leonard—es el punto focal de la exposición y la pieza más ambiciosa de Campos-Pons hasta hoy. Comisionada por el Museo de Peabody Essex, Alquimia del Alma, Elixir para los Espíritus es una instalación escultórica hecha de cristal soplado y diseñada por la artista para evocar memorias de las industrias de azúcar y ron cubanas. Campos-Pons concibió y desarrolló el trabajo en los últimos dos años: en un momento transcendental en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Luego de más de medio siglo de hostilidades, caracterizado por la desconfianza, el conflicto y el embargo, las dos naciones han alcanzado un acuerdo de restaurar relaciones diplomáticas y el 14 de agosto de 2015 reabrió la Embajada de los Estados Unidos en La Habana.

    Figura 1 | Campos-Pons looking at factory Sergio Gonzales (formerly Tinguaro), Limonar, Matanzas, Cuba, August 2015. Photograph by Emily Fry/PEM.

    La expectativa de una nueva alineación, más constructiva, entre estos dos enemigos históricos es inherente a la nueva dinámica geopolítica. La capacidad de reimaginar nuevas posibilidades para Cuba es también la principal metáfora artística en Alquimia del Alma, Elixir para los Espíritus, en donde se sustituyen los fríos materiales industriales de un central azucarero real por luminosas formas de cristal (Figura 1). Asimismo, la exposición incluye otros seis trabajos mayores de Campos-Pons, creados a lo largo de la década pasada. Entre ellos hay piezas a gran escala que se basan en la fotografía, junto a acuarelas y una construcción de medios mixtos, todo realizado por la artista en los años que sobrevinieron sus once años de exilio de Cuba. Al igual que su trabajo anterior, las piezas abordan temas relacionados con la distancia de la diáspora, la memoria y la pérdida. Algo que los distingue y que puede ser visto como una nueva fase en el trabajo de Campos-Pons es que todas comparten un énfasis en la transformación alquímica: estos trabajos comunican la posibilidad de reconciliación que se origina de la pérdida; la conexión, que reemplaza el distanciamiento; el júbilo, que suplanta la tristeza.

    Cualquier interpretación seria del trabajo de Campos-Pons debe de tomar su isla de nacimiento como punto de partida. Esta nación, rica culturalmente y compleja políticamente, es como un imán para la artista. Su memoria es el candil alrededor del cual las polillas de su imaginación revolotean. Ella describe su relación con su país de origen:

    Siempre digo que mi relación con Cuba es una honda, profunda relación de amor; un amor atrevido y romántico. He extrañado a Cuba cada año que he vivido fuera de ella; cada día. Pero también [mi partida] fue un problema de convicciones y de estándares éticos.”

    Los temas que habitan sus pensamientos y recuerdos y encuentran expresión en su arte son trabajados y re-trabajados en piezas de diferentes medios y escalas. Éstos emanan de sus raíces, que provienen de una comunidad agraria rural. La artista le dirá que ella es y siempre será una guajira, una campesina cubana. Como la enjundiosa tierra roja de esta área "mis pies están rojos para siempre, porque yo nací aquí."

    Criada en un antiguo barracón de esclavos, Campos-Pons ha hecho del terreno conceptual de la esclavitud y su impacto un tema recurrente en su arte. Indagando en el origen de su historia familiar, siete de sus bisabuelos eran Yoruba y fueron esclavizados en lo que hoy es Nigeria y llevados a Cuba durante la oleada final del tráfico de esclavos cubano, entre 1838 y 1866. La mayoría de los esclavos llevados a Cuba a través del Pasaje Medio fueron destinados a trabajar en los campos de caña de azúcar—un trabajo agotador que atizó la centenaria economía azucarera cubana. La naturaleza misma del trabajo es uno de los aspectos esenciales de la deshumanización de la esclavitud. Campos-Pons ha hecho consciente durante décadas la compleja y perturbadora narrativa sobre las industrias del ron y el azúcar cubanos.

    El curador y teórico Okwui Enwezor argumenta que el trabajo de Campos-Pons refleja el poderoso carácter de la "imaginación de la diáspora," el indomable legado de "desplazamiento, dispersión y pérdida." En 1990, la artista tuvo que enfrentar la difícil opción de partir de Cuba. Primero viajó a Canadá y luego a los Estados Unidos, en donde ha vivido desde entonces. No fue hasta el 2001 en que Campos-Pons pudo regresar a la isla o ver a su madre y otros miembros de su familia. Como mismo el estrecho de la Florida se vuelve mar abierto, así su imaginación artística se ha expandido durante las décadas que siguieron su partida, para incluir lo que el sociólogo Paul Gilroy ha llamado el Atlántico negro, la región geográfica, espacial y cultural que abarca la diáspora africana. Su trabajo encarna la perdurable experiencia de pérdida y de memoria. Trascendiendo las brechas culturales, Campos-Pons reclama un lugar para las complicadas historias en el contexto trasnacional.

    Desde el comienzo de su carrera, ella ha basado su trabajo en la particularidad de su propia experiencia—su familia, su propio cuerpo, los lugares que recuerda de su niñez, las historias que escuchó en las rodillas de sus abuelos. Campos-Pons evita perseguir cualquier forma elusiva de universalidad y se ha resistido activamente al término cuando éste ha sido aplicado a su arte. Si se estudia una pieza de Campos-Pons, muy pronto quedará claro que ella está más interesada en hacer preguntas que en responderlas; en hacerle una invitación al espectador, en vez de crear momentos de confrontación.

    "Desde el comienzo de mi trabajo hasta el día de hoy" dice la artista "he querido decir cosas que son incluso hostiles a veces, pero no he querido gritarlas. He querido encontrar una manera que sea delicada, que tenga matices, que comprometa a mi espectador de una forma atractiva." Para Campos-Pons es importante que haya una dosis de poesía, de sutileza; esto es particularmente evidente en Alquimia del Alma, Elixir para los Espíritus, donde líricas formas de cristal y un paisaje de sonido evocativo sugieren un central de azucarero, pero no demandan una relación confrontacional con la crueldad histórica de la industria azucarera cubana. No es necesario decir las cosas más duras con el tono más alto," ella insiste. Al convertir la dolorosa herencia en obras de belleza, este esfuerzo captura la dimensión de la práctica artística de Campos-Pons, particularmente en el trabajo reciente incluido en la exposición—verdaderamente una valiosa alternativa alquímica para convertir el plomo en oro.